"ATRACONES DE AMOR MATERNO"

Por: LPSI. ESP. Nilse Ximena Vargas Pérez

PSICOTERAPEUTA FAMILIAR Y DE ADOLESCENTES Y JÓVENES

A Priscila la trae la madre, preocupada pues cree que ha desarrollado un "trastorno alimentario" y presenta obesidad desde hace poco más de un par de años. Aunque la joven tiene 20 años, la madre la trata cual si fuera una adolescente de 15, pues ha desarrollado con ella un tipo de vínculo dependiente desde su nacimiento y supone que "siempre" debe "andar tras los pasos" de su hija pues de otro modo ella "no avanza si no es con seguimiento y presión".

A la madre le atemoriza "suponer" que la imagen de su hija cause rechazo en los amigos de la joven, que ella se sienta incómoda con su cuerpo, que esté comiendo porque se halla ansiosa o aún deprimida; la llevaron a nutricionistas y otros especialistas en salud y hace que siga dietas que duran poco, pues Priscila vuelve a comer.

Hernández (2013), explica que como etapa de tránsito hacia la autonomía y la autosuficiencia del adulto, ocurren en la adolescencia una serie de eventos psicológicos determinantes de los futuros logros y desarrollos vitales, a partir de una especie de síntesis y reajuste de las funciones evolutivas que se  han cumplido en las etapas anteriores alrededor del apego, la separación, la socialización, la exploración y la construcción del estilo personal, tanto en las relaciones familiares como con los iguales, con la escuela y con el medio en general.

"La amamanté hasta los 3 años, en la escuela si no estaba tras ella podía perder el año y ella estaba "pancha" hasta que de tanta presión pasaba con reforzamientos y allí se sacaba recién altas notas, siempre tengo que estar ahí viendo lo que le pasa...... empezó a comer y comer y un día engordaba tanto que los mandé a ella y a mi esposo a ir al especialista".

"Es un cariño muy grande, ella es la mejor mamá, me cuida demasiado y en verdad es una gran amiga, pero creo que como siempre está detrás de mí, me he acostumbrado a eso y siento que necesito siempre que siga siendo así, aunque con mi padre las cosas son diferentes, me parezco tanto a él, no sólo en comer, en muchas cosas, él me da más libertad y confianza, no es que mi madre desconfíe, pero le gusta estar cuidándome".

El estilo de apego dependiente generado entre ambas, no viene marcado por las descalificaciones sino por el extremo temor de la madre de que la hija se equivoque, emitiendo así un doble mensaje "te cuido porque te quiero/ hago todo para tí  pues me muestras que no eres capaz sola", mensaje de doble vínculo enmarcado en el amor de madre y la orden de que la hija se vuelva descuidada para ser controlada, amor que invalida, que crea la condición de la dependencia para subsistir y donde la hija también responde del mismo modo paradojal : "me cuidarás entonces, harás todo por mí/ si muestro que hago sola tal vez no me quieras más".

Pero las familias en general presentan sus propios indicadores de ajuste, de crisis y de adaptabilidad y entre estos procesos se busca identificar  la cohesión, la comunicación y el orgullo familiar; al ser tratada como adolescente, Priscila no puede  ingresar a su nuevo ciclo vital, el de joven adulta, por tanto las intervenciones deben iniciar diferenciando claramente las posiciones del padre, de la madre, y afianzar los puntos de vista y postura crítica asumida por los jóvenes (Hernández, p.145)

"Somos familia unida, el cariño entre nosotros, el cuidado, las atenciones, comer es una forma de disfrutar la familia, de compartir, es como "comer cariño" y del bueno, mis padres me dan mucho, tal vez mi madre es más ansiosa y preocupona por mí, pero mi papá es sereno, muy correcto, él sabe ponerme límites y a veces también se los pone a mi mamá".

En las terapias de trastorno alimentario, no debe suponerse que una dificultad con la ingestión de comida necesariamente connota un trastorno, conlleva ansiedad de por medio, pueden haber situaciones, como la de Priscila en las que comer es sólo una manera de "perpetuar" el exceso de amor, al contrario de lo que usualmente se suele trabajar en tanto "comer para compensar ausencia de amor", pueden haber amores "atragantadores" que se desplazan hacia la comida, amores que uno "se atraca" y que en la comida encuentran asidero para expresar lo que el lenguaje simple no comunica.

Priscila y sus padres recorren un camino de "dejar ir", de ayudar a la hija a cambiar de ciclo vital, de mirarla como joven adulta a quien no es necesario perseguir en sus notas universitarias, en su peso, en su rendimiento en la vida; cuando el "amor atosigante" se mira desde el recurso y no como problema, entonces se convierte en "amor firme", amor que da confianza, amor que suelta, o como dice el padre de Priscila "si se equivoca será bueno pues así sabrá que la próxima lo puede hacer mejor".

Padres que no dejan crecer, hijos que se estancan en la inmadurez, ¿trastornos alimentarios?, ¿apegos excesivos?, cuando las familias miran la crisis como oportunidad y encuentran sus recursos y desde  ellos recuperan la adaptabilidad, el amor cobra su lugar exacto, despojado de impurezas, y los síntomas se van, una adolescente como Priscila puede mirarse a sí misma y fiarse de su propia capacidad que "siempre estuvo ahí" pero que no emergía por temor a perder "ése atosigante amor de  madre", sin saber que al perderlo ganará "un amor materno genuino, carente de miedo, amor seguro".

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